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Carta abierta a Alison Spedding
Entre la opinión antropológica y la impertinencia
colonialista
X Blithz Lozada
- My dear Alison: Habiendo leído tu artículo “La
otra (y necesaria) lectura del TIPNIS: De represiones y salvajes nobles
imaginarios”, publicado en el periódico Página 7 del día domingo 16 de octubre,
me ha parecido conveniente escribirte la presente carta. No pretendo refutar
las ideas que expresas, tampoco convencerte de que reconsideres tu decisión de
“no salir a marchar” por el TIPNIS, solamente quiero que conozcas la opinión de
un colega tuyo que a diferencia de ti, no considera importante enarbolar sus
decisiones de solidaridad o rechazo político, como una justificación pública
fruto de un supuesto análisis racional.
En primer lugar, quiero decirte que como siempre, expresas
con energía y con valentía tus opiniones, algo que admiré en ti, que eres capaz
de escribir lo que te place, pese a las indeseables reacciones que puedas
ocasionar. Al respecto, recuerdo, por ejemplo, tu coraje hace varios años, al
escribir que la comida boliviana parecía un “vómito”. Aparte de las
consecuencias que se dieron esa ocasión, ahora igual que antes, frente a la
tendencia mayoritaria, ahora de la Universidad pública en la que trabajamos, tú
eres la única persona que conozco, que se animó a publicar su punto de vista de
disenso. Así, expresas de modo, sin duda, elogioso, una opinión contraria a la
mayoritaria, al menos institucional, de “apoyar” la marcha por el TIPNIS. De mi
parte, sólo he recibido por azar, algunos correos electrónicos, indicándome
ciertos artículos o textos de terceros, que expresarían posiciones contrarias a
la predominante. Bueno, como ves, destaco tu valentía en escribir lo que
piensas, y estoy seguro de que tendrás la paciencia necesaria para leer lo que
tu texto dio lugar como una reacción de mi parte, obviamente, también legítima.
En segundo lugar, tal vez esperes leer algunas frases de
apología indígena. Creo que al respecto, puedes encontrar bastante en distintos
medios de prensa, procedentes de distintos escritores e intelectuales. No,
estimada Alison, no voy a referirme a los derechos humanos ni a los derechos
indígenas, no voy a hablar de la protección legal, nacional e internacional, de
la que actualmente gozan los territorios de los pueblos originarios, ni
siquiera trataré la vulneración a la Constitución Política del Estado, ni lo
que representa legal, moral, psicológica y políticamente, el uso brutal de la
fuerza contra grupos étnicos, mujeres y niños incluidos, en situación de
indefensión. Por lo demás, debo decirte que en tu artículo, expresas alguna
idea con la que estoy relativamente de acuerdo. Por ejemplo, me parece poco
inteligente y carente de dignidad con el otro, sublimar una imagen romántica e
inexistente que desde el siglo XVIII ha sido la del “buen salvaje”, o como tú
la llamas, la imagen inexistente del “noble indígena”. Pese a que el término es
erróneo, la idea está bien, porque un signo de inopia intelectual, tan evidente
en este proceso, es reducir, sin duda, la vida, la política y el mundo, a
buenos y malos, amigos y enemigos, adláteres y adversos, integrados y
apocalípticos, aunque a veces la “integración” se reduzca a la simple zalamería
de baja ralea.
Al menos esta actitud, estarás de acuerdo en reconocer, que
los marchistas del TIPNIS, han evidenciado que les es ajena. Por lo demás, si
de nobleza se trata, tú siendo antropóloga sabes muy bien que ésta no se reduce
a la que todavía existe en tu tierra de origen, la Gran Bretaña; sino, que en
decenas de grupos humanos actualmente, en pleno siglo XXI y regados por el mundo,
los aquí mal llamados “usos y costumbres”, no desvinculan la legitimidad del
mando político de los signos de la sangre y la herencia: como sabes, no
cualquiera de los indígenas es “noble” entre ellos para gobernarlos.
Finalmente, al respecto, habiendo escrito tú un libro sobre
parentesco, creo que tal vez podrías alguna vez, si no te molesta, explicarme
mejor por qué varios políticos llaman a los indígenas “hermanos”, y siendo como
eres una políglota consumada en las lenguas de estos lares, te agradecería que
me digas si es legítimo traducir los términos que ellos usan en el trato entre
quienes comparten un movimiento de rizoma fundacional –como lo es para
cualquier mirada avant garde de hoy, la marcha por el TIPNIS-, que cabalmente,
unos sean para otros, sus “hermanos”.
Bueno, habiéndote dicho lo que no voy a hacer, creo que sin
querer, resbalé en el terreno que me interesa: la Gran Bretaña. Sí, estimada
Alison, he visto que durante décadas te has permitido, con el aval que ofrece
la London School of Economics, escribir, hablar y seguir escribiendo sobre
Bolivia. Creo que de tus ideas, al menos yo, aprendí mucho. Aprendí a valorar
la imagen que desde la distancia cultural, el otro: bueno, la otra, tú en este
caso, tienes de mi país. Sí, creo que tu trabajo intelectual es de gran valor
antropológico, histórico y hasta filosófico. Al respecto, no sin gracia
recuerdo que alguna vez me dijiste que tal vez eres la única persona, sin duda
la única mujer, que ha leído el Tractatus Lógico- Philosophicus y hable aymara.
Bueno, basta ya de extravíos, vayamos a nuestros asuntos. No
creo en ningún determinismo, ni el economicista de intelectuales de caricatura;
ni el culturalista, de operadores del folklore; pero, lamentablemente en tu
artículo, muestras que tu habitual distancia de análisis antropológico que
mantuviste hasta entonces para decir las cosas como las ves, simplemente se
esfumó. Sí, me refiero que en tu texto apenas se puede descubrir la mirada
inglesa de quien es inhábil para trascender las barreras de su propia herencia
histórica y política. En definitiva, has escrito como lo habría hecho cualquier
experta de una ONG desarrollista asignada a trabajar en algún país paupérrimo,
y no como alguien que durante varios lustros, se ha comprometido con la vida, el
mundo y los problemas profundos de la sociedad rural boliviana, inclusive
alcanzando niveles personales íntimos. ¿O es que yo soy el equivocado al
prejuzgar que dicho compromiso existió alguna vez? Peor aún, es posible
adivinar en tu artículo una pulsión colonialista como la que mejor se ha
expresado en la historia del mundo: la pulsión del imperio británico.
En este punto, quiero decirte que te escribo esta carta para
hablarte de alguien que muchos de Uds., los británicos, conocieron muy bien y
siempre quisieron olvidar; de alguien que los derrotó estando desarmado y
siendo un insignificante ser raquítico, de alguien que habiendo iniciado una
famosa marcha, la “marcha de la sal”, terminó por expulsarlos de su país, la
India: de alguien que pese a los insultos y el desprecio que exhalaban del
aliento de Churchill, aliento que mezclaba el scotch y el humo de puros, se
sobrepuso a la persecución, la cárcel, la violencia y, como sabes, tuvo éxito.
Sí, por supuesto, no es necesario que diga su nombre, todavía resuena en la
conciencia colonialista de Inglaterra y del mundo anglo-sajón con resabios de
esclavismo, su legado en la Sudáfrica de Nelson Mandela, en los “Estados
Jodidos” de racismo y esclavitud como tú los llamas, de Martin Luther King,
Jr., y, obviamente, en el acervo histórico y político de la India: el alma más
grande de todas, Gandhi. ¡Ah!, no te dije la frase de Sir Winston sobre
Mahatma, porque supongo que la conoces bien. Bueno, aquí va: para el primer
ministro británico, Gandhi era “un faquir sedicioso” que se atrevía en Nueva
Delhi a subir “medio desnudo las escaleras del palacio del virrey”: ¿habrase
visto semejante impertinencia? Es como decir: ¿habrase visto semejante
desvergüenza como que un yuracaré duerma en la carpa reservada para los trekkers
europeos?
¿Por qué a los británicos les molestó una marcha por un
puñado de sal? ¿Por qué los políticos colonialistas se erizan frente a la no
violencia? ¿Cuál es el miedo a la resistencia pacífica? ¿Qué valor tiene el
desacato civil? Claro, lo más probable es que esta mentalidad no comprenda que
éstas y no otras, son las armas de los débiles, y si bien algunos antropólogos
ingleses critican que apenas los indios arrastraban los pies para oponerse a la
explotación, Gandhi descubrió un mundo de armas intangibles y todo poderosas:
armas que no dañan el cuerpo de las personas, pero que son armas políticas que
destruyeron la opresión y el colonialismo. Sí, estimada Alison, en estas
latitudes meridionales, tan cerca de los dioses ecológicos, a muchos sólo les
queda abrirse los pies a punta del esfuerzo por caminar, enfermar y lacerarse a
sí mismos y a los suyos, en caminatas que los destruyen pero que, al final, los
vuelven victoriosos. La victoria está en el triunfo moral, en la fuerza del
débil, en la entereza simbólica, en soportar los golpes, “obvios” para toda
mentalidad colonialista; en levantarse de la humillación y erguirse frente a la
barbarie a la que son sometidos, en nombre del progreso, la civilización y el
desarrollo. Sí, mi estimada colega, no ver esos actos de dignidad es algo
recurrente, es algo que tal vez la London School no te enseñó, reproduciendo
más bien la mentalidad imperialista británica, que hace más de seis décadas ya
debía cambiar. Muchos de Uds., los ingleses, deberían aprender que no todo el
mundo emula los desvaríos de su incuestionada razón instrumental.
Permíteme que te hable un poco de la “marcha de la sal” que
duró 26 días. Es decir, dame el beneficio de la duda de que lo que te digo, tal
vez te incumba, es posible que reflejes en parte y tal vez, mucho, esa
mentalidad racista, colonialista y explotadora que ha marcado la historia de tu
país. Mahatma, unió en un solo acto la no violencia, el desacato y el más
severo golpe político al imperio británico que se hizo del poder en la India
desde fines del siglo XVIII, bueno, fue mucho antes, pero eso no importa por
ahora. Al respecto, es necesario decir algo sobre el contexto. En marzo de
1930, Gandhi ya había realizado un sinfín de huelgas de hambre, pero de
verdaderas huelgas, es decir, de abstinencia absoluta de ingesta de cualquier
alimento, aparte de las otras abstinencias por las que fue conocido en el mundo
entero causando un impacto político incomparable. Claro, para la mentalidad
colonialista de los ingleses, acostumbrado como estaba al ayuno, no tenía mayor
mérito que pase un poco de hambre durante algunos días, esa es la misma actitud
que se advierte en expresiones que dicen que como los salvajes viven bebiendo
agua insalubre, les hacemos un favor al privarles del acceso al agua de arroyo.
Bueno, las analogías aparte, sigamos. Gandhi, ya hilaba su propia vestimenta,
¿qué fuerte, no te parece? Ese joven que algún día quiso parecer un gentleman
inglés habiendo hasta aprendido algo de francés mientras vivía en Londres,
siguiendo las tradiciones de su pueblo y su familia, cultivaba con rigor una
vida de frugalidad extrema, hacía sus vestimentas y no dependía del capital ni
del mercado. ¿Te suena algo parecido con los pueblos que estudias como
antropóloga?
¡Qué molestia para la civilización! Aunque los ingleses
estaban en una proporción de uno a cuatro mil indios, ellos creían tener la
razón, decían la verdad y enseñaban al mundo cuál era el camino que todo pueblo
debía recorrer para evitar el salvajismo de los faquires sediciosos. Claro, de
paso, no perdían la ocasión para entre otras cosas, imponer las leyes más
abusivas que se les antojaba como la del monopolio de la sal. En un mundo en el
que la sal era el conservante alimenticio imprescindible, pese a las extensas
costas de la India, los indios no podían filtrarla del agua marina, era un
monopolio establecido por ley para beneficio del imperio y de su oligarquía
nativa.
¿Qué significa entonces la “marcha de la sal”, qué
relevancia tuvo? ¿Será posible compararla con otras marchas más cercanas?
Gandhi reunió el desacato contra una ley injusta, con la proclama de su
filosofía política asentada en la resistencia no violenta; fue capaz de hacer
de una medida canónicamente considerada de repliegue por la lógica de la
guerra, un medio para desbaratar el poder colonial desde sus raíces. El método
de la no violencia no comenzó con la “marcha de la sal”, hubo otras expresiones
antes de los años veinte, con la “obvia” respuesta colonial: represión,
encarcelamiento y postración en mayor pobreza. Inclusive Gandhi se disculpó con
los ingleses cuando en ese contexto, afloró alguna expresión de violencia en
contra de los civiles de tu isla. En fin, su habilidad política consistió en
hacer de una estrategia de los débiles, en convertir un método de retroceso, en
una pauta de acción humana legítima, contundente y profundamente simbólica y
subjetiva: fue el medio político eficaz para conquistar finalmente la
independencia de la India.
La marcha fue el derecho civil a decir “no”, a liberarse de
la explotación y el yugo, a alcanzar la costa y a escurrir un puñado de sal que
simbólicamente representaba el desafío más contundente al más organizado
imperio del mundo, en su colonia más numerosa y más poblada: el desacato civil
fue el arma de los débiles que tienen un ideal, ante el que los colonialistas
tiritan. Naturalmente, como en otras marchas, las palabras proféticas de Gandhi
se cumplieron: “la violencia es el miedo a los ideales de los demás”. Los
ingleses, lo mismo que otros represores mejor conocidos, sean de la laya que
fueran arremetieron contra los débiles indios, los encarcelaron, los humillaron
y vejaron a su líder. Pero, sólo retrasaron lo inevitable: la independencia de
la India por casi dos décadas. Déjame decirte algo más sobre ésta y otras
marchas que al parecer, tú conoces mejor.
La represión violenta no sólo es el miedo a los ideales del
otro, es la debilidad del que gobierna sin legitimidad. Por otra parte, es el
movimiento desde adentro y de lo profundo, lo que en verdad une. En efecto, en
una sociedad tan escindida por las castas, Gandhi fue capaz de reivindicar las
causas inclusive de los parias, los intocables, demandando de los ingleses el
reconocimiento al voto.
En este sentido, las teorías que defienden que sólo la
violencia logra cambios democráticos verdaderos, encuentra en los métodos de
movilización pacífica, la resistencia civil, el desacato consciente y la acción
política no violenta, el contra-ejemplo más robusto que las falsea. Por lo
mismo, a los intelectuales que no les motiva el oportunismo ni la angurria de
poder, a quienes queremos contribuir a construir sociedades justas, equitativas
y humanas, no nos queda otra opción que condenar la violencia venga de donde
viniere. Al final, son demasiado ostensibles los motivos prosaicos de quienes
hacen apología de ella escudados en discursos de imágenes evanescentes. Tal
vez, si comenzases a ver la marcha del TIPNIS con ojos desde abajo,
comprenderías mejor el silencio del otro que es el oprimido de siempre, ¿acaso
ésa no es la justificación política de la antropología con contenido
filosófico?
Gracias por tu paciencia, estimada Alison, para leerme.
Insistir en la mentalidad colonial, racista y explotadora de muchos de tus
coterráneos en la historia del imperio británico, tal vez te parezca
inatingente. Puede ser, pero yo estoy convencido que al margen de los
determinismos de cualquier signo, las actitudes se repiten, las culturas
condicionan, la libertad decide y el poder seduce.
Sí, también tú, si quisieses podrías cambiar y ¿acaso no
está de moda esa proclama de cambio por el cambio mismo? ¡Ah!, perdón, olvidaba
que si a algo te opones, como Gandhi, es a la moda… vistiendo en contra del
mercado, viviendo de sus propios recursos, resolviendo sus necesidades con una
conciencia ecológica que comienza por casa… ¿no es verdad?
Por lo demás, creo que también hasta a los ingleses
represores de los marchistas de la sal les llegó el momento de ser derrotados
por la fuerza de la paz, por la movilización política que les expulsó dejando
por propia voluntad el escenario de sus desmanes y genocidio, ¿sabes que
también cometieron genocidio al disparar a mansalva contra diez mil indios en
1919, no es verdad?
Bueno, también para ellos es el mensaje de descolonización.
Claro, aquí hablamos de colonias de verdad y de colonialistas a carta cabal.
Los indios los derrotaron como tantos otros pueblos derrotaron a ingleses,
franceses y otras culturas bien identificadas, para darles la oportunidad de
que cambien. El mensaje es “¡dejen de depravarse a sí mismos, sometiéndonos,
humillándonos, explotándonos…!”, “¡cambien, sean humanos, no respondan a sus
impulsos animales de brutalidad cruenta!”, “¡nosotros, con nuestra existencia y
sufrimiento, les damos la oportunidad de redimirse a sí mismos y de ser parte
de una historia en la que no se empavonen por sus crímenes!”, “¡sean célebres
por su capacidad de rehacerse a sí mismos para beneficio de la humanidad y no
por las turbias sombras de las que no podrán escapar, antes o más tarde la
historia los condenará!”.
Por lo demás, para nosotros, los del sur que padecemos
también como los indios, la miseria humana de los cipayos en un sistema que se
sustenta en la violencia y el temor, héroes como Gandhi, aun sin saberlo, son
la punta de resistencia pacífica, de movilización para los pobres, los
desarrapados que fabrican su vestimenta, y quienes tienen la osadía de no
depender del mercado ni del intercambio que deprava y elimina. Creo que ese
mensaje político ningún inglés o inglesa de nuestro tiempo debería olvidar, más
si quiere “comprender” a los otros, que en este caso somos nosotros mismos.
Déjame decirte finalmente, otra expresión de quien fue la
horma de los ingleses: “Nadie puede hacer el bien en un espacio de su vida,
mientras hace daño en otro. La vida es un todo indivisible”.
Sincerely yours, Blithz.
* Fuente: PERIÓDICO PUKARA http://www.periodicopukara.com/archivos/pukara-63.pdf
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