Alucinación del poder por Raúl Prada: Los émulos de Correa
X Raúl Prada Alcoreza/Territorios en Resistencia
Parece un efecto dominó o, si se quiere, efecto por
difusión. Después de la clausura indebida, ilegal e inconstitucional, por parte
de Rafael Correa, de la ONG Pachamama, defensora de los derechos de los pueblos
indígenas y de la madre tierra, los émulos en Bolivia, continúan con el
despliegue desmañado de la misma conducta despótica. El Ministro de la
Presidencia ha informado sobre la decisión del gobierno de clausurar la ONG
IBS. Los argumentos usados no dejan de ser sorprendentes, a pesar del discurso
tan deteriorado del gobierno contra las ONGs, que no caen bajo su control o de
cierto perfil de apoyo a las organizaciones indígenas. El Ministro de la
Presidencia dice que las razones de la clausura tienen que ver con la
injerencia política de la mencionada ONG. ¿Cuáles son los fundamentos legales
de este atentado contra la democracia, haciendo gala de un arbitrariedad
institucionalizada, suspendiendo los derechos fundamentales? No hay principios
legales, solo la apreciación de una injerencia política, porque se trata de una
ONG que apoya al CONAMAQ y al CIDOB. ¿Esta es una “razón” suficiente como para
atribuirse el cierre de una ONG, amparada por convenios, acuerdos, leyes,
normas y regulaciones institucionales? ¿Es un delito apoyar a las
organizaciones indígenas? Otro argumento vertido por el ministro ha sido tan
insólito como el anterior. Dice que si quieren las ONGs incidir en estos
asuntos, considerados “internos”, que se conviertan en partido político. ¿Para
apoyar a las organizaciones indígenas, en distintos proyectos, desde culturales
hasta productivos, deben convertirse en partido politico? La torpeza
gubernamental no podía llegar más lejos.
Aprovechando el festejo del lanzamiento del satélite Tupac
Katari, el gobierno, decide esta clausura, confiando en la distracción pública,
ocasionada por la algarabía del evento, nombrado ampulosamente como relativo al
“ingreso a la era espacial”. Una vez perpetrada la desvergonzada
intervención gubernamental a la sede del CONAMAQ, con una acción punitiva
paralela de fuerzas combinadas de mercenarios y de policías, el ejecutivo
clausura, como si nada, a una institución no gubernamental, que ha venido
apoyando distintos proyectos de promoción cultural e identitario, proyectos
formativos y productivos, desde la década de los sesenta del siglo pasado. Lo
hace, haciendo gala del despotismo acostumbrado, suspendiendo nuevamente
derechos fundamentales, como si se estuviese en un Estado de excepción no
declarado. ¿Puede legalmente hacerlo? No. Viola la Constitución, las leyes y
los convenios internacionales. Al respecto, el único convenio internacional que
respeta es el Dakar; lo ha dicho el Ministro de Gobierno, compungido por
la amenaza del CONAMAQ de bloquear el Dakar. Estas son las grandes
preocupaciones del gobierno “progresista”. Con esta actitud, responde
simplemente a su compulsión deportiva por las competencias internacionales, así
como su desatada inclinación bélica por acallar la voz crítica de la organización
indígena de tierras altas. El gobierno “progresista” ya tiene una lista larga
de atropellos a los derechos de las naciones y pueblos indígenas, violaciones
sistemáticas a la Constitución. Con el atentado a la sede de CONAMAQ y la
clausura de una ONG se suman estos despropósitos a esta lista. Todo un
historial autoritario.
Ciertamente, ninguna instancia estatal va a defender la
institución no gubernamental del atropello sufrido. Ni la fiscalía, el Órgano
judicial, menos el Congreso; todo los órganos del Estado, están al servicio del
gobierno, subsumidos al monopolio de la violencia estatal, arrastrados a la
arbitrariedad por el despliegue de una burocracia mediocre y déspota. ¿La
sociedad va decir algo al respecto? Lo hizo contra la medida del “gasolinazo”,
lo hizo apoyando a la VIII marcha indígena. Pero, no se pronunció mayormente
ante la irrupción violenta perpetrada contra la sede del CONMAQ. Los medios de
comunicación, tanto oficiales como empresariales, que cada vez más se parecen,
conforman un conjunto de aparatos de propaganda, que, a su vez, son de
encumbramiento, salvo alguna excepción honrosa, no se ocuparon mucho del
asunto, a no ser la presentación de la noticia, que en muchos casos aparecía
como conflicto de dos bandos. ¿Dos bandos? ¿Se puede hablar de dos bandos
cuando contrastamos una organización representativa de dieciséis regiones (suyus)
y una improvisación atropellada de una trucha organización indígena, sin
representación, ni bases? La objetividad es lo que brilla por su ausencia en
los medios de comunicación.
Las víctimas se encuentran a merced de la violencia estatal,
indefensas, ante el doble atropello, el perpetrado como acción, como facticidad
de la violencia, y el de estar condenados a soportar las extravagantes
explicaciones de los ministros. El mensaje es claro: puedo hacer lo que me
venga en gana. No importa la Constitución, la leyes, los derechos; sólo importa
la predisposición intolerante del gobierno, la voluntad despótica de
controlarlo todo, acallado toda crítica, toda resistencia, incluso cualquier
tibia actitud de moverse por terrenos no permitidos por el gobierno. ¿La
sociedad va permitir que siga este despliegue de violencia estatal, que no es
otra cosa que la suspensión de la democracia? Ya lo dijimos antes, un pueblo
que no lucha por sus derechos y por su Constitución, es un pueblo que ha
renunciado a sí mismo y a su dignidad.
En determinadas situaciones, se pierde la noción de las
proporciones; se cree que lo que se hace no tiene mayores consecuencias, pues
se cuenta con el monopolio mediático del discurso, que repite lo que ya nadie
cree: injerencia extranjera. La única injerencia que se da es la intrusión
gubernamental en las organizaciones no gubernamentales, la intervención
prebendal en las organizaciones sociales, la intromisión divisionista en las
organizaciones indígenas, el manejo doloso en el Fondo Indígena, la
inescrupulosa ocupación de los territorios indígenas, la complicidad en el
saqueo de los recursos naturales, propiedad de los bolivianos, de acuerdo a la
Constitución. Esta última injerencia inconsulta es grave, pues toda afectación
a los recursos naturales y a los pueblos asentados en el entorno, requiere
consulta pública y, si se trata de pueblos indígenas, consulta con
consentimiento, previa libre e informada. La gama de intromisiones
inconstitucionales y arbitrarias del gobierno definen un perfil desbocado, el
perfil de la alucinación del poder, arrastrándonos a la expansión intensiva del
modelo colonial extractivista del capitalismo dependiente.
A pesar de la demostración de fuerza, lo que el gobierno
hace es manifestar su desesperación. Se encuentra ante un periodo electoral, en
la víspera del cual no aparecen señales que anuncien la repetición de
resultados parecidos o próximos a los logrados en anteriores elecciones. Todo
parece anunciar, más bien, una segunda vuelta. Es difícil creer que esta
situación mejore con el lanzamiento del satélite Tupac Katari, de tecnología
china, que si bien puede anotarse como un paso importante en el ámbito de las comunicaciones,
usando una antena espacial, mejorando las el sistema de comunicaciones, este
logro no borra las contradicciones profundas del “proceso de cambio”, ni los
crasos errores del gobierno. No borra el camino regresivo del gobierno
“progresista”, que optó por preservar el Estado-nación, reduciendo a folklore
la triple condición plurinacional, comunitaria y autonómica del Estado. Menos
aún, cuando los gobernantes, creen que pueden seguir con sus atropellos, sin
mayores consecuencias.
Estamos ante un gobierno que levita como un espectro
atormentado, suspendido sobre el drama de la “realidad”. Estamos ante un
gobierno que orbita la gravitación de un imaginario delirante. Se cree portador
de la voluntad de los movimientos sociales, movimientos que el mismo gobierno
anuló, al cooptar a sus organizaciones, al convertir la relación con ellas en
una relación prebendal y clientelar. El gobierno no conlleva ninguna voluntad
de los movimientos sociales, pues ha neutralizado esta voluntad, convirtiendo a
sus dirigentes en subalternos, en patéticas figuras de la obediencia y
sumisión, en instrumentos dóciles de las políticas restauradoras del gobierno
“progresista”. El gobierno se ha convertido en un satélite que orbita alrededor
de un agujero negro, órbitas cada vez más veloces y de menor diámetro,
avanzando rápidamente al horizonte de su desaparición, hasta ser tragado por la
inmensa gravedad de la nada.
Es difícil saber si el pueblo va reaccionar ante esta
decadencia y descomposición. Lo ha hecho antes, ante sucesos extremos. El
último atropello no es un evento extremo, en la intensidad de los que
ocasionaron la reacción popular; sin embargo, es, desde ya, una injusticia
cometida. Ante la cual no solamente debemos indignarnos, sino exigir enmendar
el desajuste y la vulneración. La crisis del proceso ha llegado lejos, no sólo
se ha rifado la oportunidad histórica de la descolonización, sino que ha
desencantado y frustrado tanto a la gente, que ha evaporado todo entusiasmo,
arrojándola a la pusilanimidad más pasmosa. No es fácil salir de esta inercia,
sobre todo cuando el gobierno ha cerrado todos los espacios de la participación
democrática.
Gobiernos ““progresistas”, en la era satelital, que
convierten la progresión en una regresión, que convierten la “revolución” en
una contra-revolución, la transformación en una restauración, la política en
una simulación, recurren a la amenaza constante, atemorizando a organizaciones
y a ciudadanos, blandiendo la sombra del cierre como bandera; en el caso de
ciudadanos, con la sombra del terror judicial, inventándose procesos
interminables. Recurriendo, como acompañamiento a esta administración de
ilegalidades, al chantaje y la coerción. Los estrategas de estos procedimientos
creen que se puede conservar el poder mediante el control total, la cooptación,
el clientelismo, la corrupción, la amenaza permanente, la propaganda
descomunal, el montaje ininterrumpido. Nada más equivocado; así como un
gobierno no puede sostenerse por largo tiempo sobre las bayonetas, tampoco
puede sostenerse por largo tiempo con el recurso obsesivo de la violencia, el
uso descarnado de la amenaza y la economía política del chantaje. Estos
procedimientos paralelos, empero recurrentes, a lo que habrían dado lugar es a
un dominio aparente de la cascara de la esfera social, carcomiendo sus propias
defensas, vaciando de todo contenido a la política, deteriorando la
credibilidad, destruyendo la cohesión social de las organizaciones. Lo único
que se puede mantener así, en el corto plazo, incluso, alargando el elástico,
en el mediano plazo, es la formalidad de las apariencias. Los estrategas de
este desastre dan muestras evidentes de arrobamiento. Creen que dan pasos
adecuados a su propia preservación, cuando lo único que hacen es avanzar al
abismo en una noche de niebla espesa.
–
Raúl Prada AlcorezaComuna